Andrew – Un Regalo de Amor, Risa y  Trabajo Duro

Por Simone Kennedy

 

Me llamo Simone Kennedy.  Vivo en Engadine, un pequeño pueblo dormitorio de Sydney, Australia.  Soy  profesora en un colegio primario, la Presidenta de la Asociación Angelman de Australia, un miembro del Comité de Dirección de la IASO, y madre de tres hijos.  Mi hijo Andrew, que tiene 12 años, tiene el Síndrome de Angelman y tiene deleción positiva.  Él tiene dos hermanas, Emma (9 años) y Renee (6 años).

La historia de cada niño con el Síndrome de Angelman es única, aunque hay muchas similitudes que unen a nuestros hijos y por tanto a nuestras familias.  Como Presidenta de la Asociación Angelman de Australia, he hablado con un sin fin de madres de hijos recientemente diagnosticados con el Síndrome de Angelman.  He perdido la cuenta de las veces que les he dicho, “Sí, Andrew hizo esto cuando era más joven, o Andrew también hace eso.  Así que hay muchos episodios en las vidas de nuestros hijos que proporcionan un lazo emocional profundo entre todas nuestras familias.   Por tanto, espero que la historia de la vida de Andrew evocará recuerdos, el reconocimiento de experiencias similares y los lazos que compartimos, y quizás la motivación para cada uno de nosotros de extendernos a otros y de proporcionarles mayor apoyo.

En muchas maneras Andrew es un niño típico de Angelman, pero, ¿qué es típico?  Andrew tiene una discapacidad intelectual severa, un equilibrio muy malo, no habla, tiene unas habilidades de comunicación muy limitadas, epilepsia, pelo claro y ojos azules, dientes espaciados, y una predisposición a reír (frecuentemente contagiosa).  Sonrió a una edad precoz, tiene una afinidad para el agua, una obsesión por la cinta adhesiva, y está loco por trenes, autobuses, y por mirar videos familiares.  A él le encantan las caricias en cualquier momento, en cualquier lugar y con cualquier persona.  Él es un encanto, pero como sabéis todos, ha sido una batalla cada paso, cada día.

Andrew empezó su vida, de un modo que sería un presagio de lo que pasaría los primeros cinco meses de su vida, lloró continuamente después de nacer y no fue capaz de calmarse.  Fue tratado con un humidificador una hora después de nacer.  Alimentarlo era difícil y fue una preocupación cuando fue admitido en un hospital después de una semana en casa.  Andrew chupaba de un modo extraño y generalmente fue intranquilo día y noche, principalmente debido al  reflujo.  Turnos de dos horas por la noche entre mi marido, Kevin, y yo fueron la rutina.  Intentamos  consolarle, pero continuó intranquilo, llorando mucho todo el tiempo.  El dormir fue un bien escaso para Andrew y para nosotros.

Visitas constantes a nuestro pediatra concluyeron después de cuatro meses con una hospitalización.  Varios medicamentos contra el reflujo no habían funcionado, Andrew seguía llorando e intranquilo y su peso era una preocupación.  Las pruebas revelaron quemaduras severas y úlceras del esófago.  Medicamentos adicionales, varias fórmulas de leche y otras medidas aliviaron las quemaduras, pero el reflujo aumentó, Andrew no era capaz de superarlo.  A los cinco meses Andrew tuvo una “fundoplication” para parar el reflujo.  Los médicos fueron extremadamente reticentes, ya que no se suele hacer esta operación a niños menores de 12 meses.  Después de la operación Andrew estuvo gritando durante ocho horas, resulta que era alérgico al “Pethadine” (anestesia).  Como resultado de la operación, Andrew  no ha podido vomitar nunca cuando ha estado enfermo, esto tiene sus ventajas e inconvenientes.  Después de seis semanas en el hospital Andrew volvió a casa,  pensamos entonces que nuestros problemas de Andrew se habían solucionado.

En casa continuamos alimentando a Andrew cada dos horas, la recuperación fue muy lenta y perdió su patrón de sueño.  Al pasar los meses nos preocupamos al ver que Andrew no alcanzaba los logros hechos por los hijos de nuestros amigos de la misma edad.  Nos introdujeron al término “Parálisis Cerebral” a un nivel más personal por nuestro pediatra y fuimos lanzados al mundo de la intervención precoz.  La fisioterapia significaba una variedad de ejercicios para hacer con Andrew para ayudarle a aprender a dar la vuelta, luego a sentarse, a gatear, a ponerse de pie y a caminar.  Estos logros tardaron muchos años.  En la terapia ocupacional y en la logopedia enseñamos a Andrew a mantener la atención, a jugar, a comunicar sus necesidades, a beber correctamente, a beber con una paja, ¡lo cual seguimos practicando actualmente!

A los catorce meses Andrew empezó a tener convulsiones atónicas.  Después de probar varios medicamentos anticonvulsivos, varias visitas a su neurólogo, varios electroencefalogramas y pruebas de sangre, por fin acabamos con un tratamiento de medicamentos que ahora controla su epilepsia.  Mientras tanto, Andrew no se conformó con probar varios medicamentos, sino que tenía que experimentar varios tipos de ataques epilépticos, también  ha tenido todos los  tipos de ataques a través de los años, desde convulsiones atónicas, ausencias, ausencias con status y más estancias en hospitales después de varios ataques de gran mal severos y prolongados en de un período corto de tiempo.  Es muy difícil para una madre ver estos episodios de ataques.  Siempre me siento muy indefensa y dominan mis instintos protectores.  Afortunadamente, Andrew no ha tenido ningún convulsión en los últimos tres años.

A los dos años y medio en una visita rutinaria, nuestro neurólogo nos comunicó que pensaba que Andrew tenía el Síndrome de Angelman.  Al leer un poco de literatura camino a casa en el coche, nos echamos a llorar. ¿Cómo sería posible que nuestro hijo hermoso tuviese una minusvalía tan horrorosa?  Más tarde nuestro pediatra nos indicó que la literatura de aquel tiempo a menudo documentaba los casos peores y más obvios.  Me reconforté con esta esperanza por muchos años.

El rechazo inicial de este diagnóstico, evolucionó en un lamento, y luego en una forma de aceptación después de la confirmación con pruebas de DNA – Andrew tenía deleción positiva.  He pensado muchas veces que debe ser mucho más difícil para padres que sólo tienen un diagnostico clínico del Síndrome de Angelman.  La certeza del diagnostico no deja lugar a duda o el cuestionárselo; tienes que aceptarlo, enfrentar las realidades y vivir cada día como venga.  Al principio esto era más fácil decirlo que hacerlo.  Todo fue extremadamente abrumador.

A pesar del diagnóstico, Parálisis Cerebral o Síndrome de Angelman, las diferentes terapias  continuaron sin cambios y sin interrupciones, día a día.

Antes de cumplir los cuatro años, Andrew se encontró otra vez en un hospital para operarle de estrabismo; los dos ojos miraban  hacia afuera.  El uso de un parche sobre el ojo durante dos años no había sido eficaz, y la esperanza de proporcionar a Andrew una vista en tres dimensiones nos impulsó a tomar esta decisión.  Problemas de percepción de fondo podían dar como resultado un incremento de caídas y accidentes en el futuro.  El poder ver las cosas en tres dimensiones le ayudaría en su movilidad, equilibrio y confianza.  Continuamos con parches durante casi un año después de la operación, utilizando cajas y cajas enteras de parches.  Los encontré pegados por todas partes excepto sobre su ojo.  Aunque la operación corrigió su visión, Andrew sigue enfocando su visión con un solo ojo a la vez.

Durante sus primeros seis años de vida, Andrew durmió muy poco.  En un momento determinado probamos sedantes, luego probamos especialistas en sueño (una pérdida de tiempo), y finalmente nos resignamos al hecho de que  vencer este problema sería como todo, años de persistencia y determinación, noches largas y mañanas tempranas.  Tuvimos que ser constantes con Andrew, establecer una rutina y negarnos a aceptar la derrota.  Con el tiempo, Andrew empezó a dormir mejor y actualmente duerme bastante bien.  Los padres pueden hacer frente a varias pruebas, pero la pérdida de sueño no es una de ellas, tuvimos que vencer esta prueba y lo hemos hecho.

Desde estos primeros años, hemos continuado con varias formas de terapia, tanto en el colegio como en casa.  Andrew continúa llevando aparatos en sus piernas para ayudarle con sus muchos problemas al caminar.  Hemos sido persistentes con el continuo desarrollo de sus habilidades de comunicación, su autosuficiencia al comer, beber, ir al aseo, pero el progreso es lento como todos sabéis demasiado bien.  Actualmente, Andrew sólo sabe cuatro signos y se comunica principalmente por gestos.  Ha empezado a aprender a indicar cuando  necesita ir al lavabo.  Todavía lleva pañales por la noche.  Andrew come con las manos pero está aprendiendo a  usar la cuchara y el tenedor.

Andrew fue operado del pie derecho en mayo de este año.  Su pie estaba torcido hacia el interior en un ángulo de 45 grados, y caminaba de puntillas.  Tablillas, escayolas puestas en serie y fisioterapia intensiva no habían servido para corregir el problema.  Fue empeorando cada vez más.  En la operación le partieron un tendón, que fue reubicado, le quitaron una cuña de hueso, y rompieron su tobillo, y lo recolocaron de nuevo con alambres.  Injertaron fragmentos de huesos de su cadera.  Como consecuencia de la operación descubrimos que Andrew era alérgico a la morfina.  Pasamos diez largos días en el hospital.  ¡Qué gozada!  Andrew se resistió a dormir ya que no estaba en su ambiente habitual y porque estaba teniendo dolor.  Sin embargo, le encantaba pasearse en una silla de ruedas - ¡constantemente!  Sigue estando escayolado y tenemos la esperanza de que la cirugía habrá logrado la mayor movilidad posible.  Han  pasado seis semanas en casa después de la operación, ya que no ha podido poner su peso en el pie y el colegio no ha podido garantizar su seguridad.  Esto ha sido otra prueba para aguantar y vencer.  Ha sido muy frustrante para todos nosotros, incluso para Andrew.  Han sido muy limitadas las actividades que han podido distraerle.  Yo estaba agotada físicamente y emocionalmente.  Todos estábamos muy contentos de verle volver al colegio y de caminar con la ayuda de su escayola.

Andrew ha asistido a un colegio para niños discapacitados desde los cuatro años.  Hace tres años se nos ha presentado la oportunidad de enviarle a un internado (de lunes a viernes), que está patrocinado por una iglesia.  No ha sido una decisión fácil.  Me vinieron encima sentimientos de culpabilidad, y temí que no recibiría un cuidado adecuado.  Le eché mucho de menos y me preocupé por él constantemente.  Pero él está feliz en su colegio y el ambiente del internado.  Sale casi todas las tardes y recibe experiencias y actividades que no podríamos darle aquí en casa.  Sus habilidades cotidianas han mejorado y ahora tengo la posibilidad de llevar a mis hijas a actividades después del colegio, tales como clases de baile y de piano.  Andrew está en casa cada fin de semana y los festivos, y todos nosotros disfrutamos mucho más este tiempo juntos.

Tener cualquier hijo con una discapacidad tiene un impacto significativo en cualquier familia.  Los años de terapia, las noches sin dormir, la preocupación, la frustración, el culparse a uno mismo por su minusvalía, y luego los efectos en los demás hijos que también tienen que enfrentar esta discapacidad son un gran desafío.  A pesar de todo esto, Andrew es un niño muy especial.  Da grandes caricias y tiene una risa contagiosa.  Cuando Andrew se ríe, todo el mundo ríe con él.  Él nos ha abierto los ojos al mundo de los discapacitados.  Tener a Andrew, ha hecho que nuestra familia sea más tolerante y más compasiva.  Creo que mis hijas llegarán a ser personas muy especiales como consecuencia de la discapacidad de Andrew.

Al mirar atrás, creo que ha habido tantos momentos especiales.  Los padres como nosotros llegamos a apreciar mucho más los pequeños logros de nuestros hijos.  Nunca estamos ausentes en el primer paso de nuestro hijo – porque hay cientos de primeros pasos antes que sean capaces de tomar un segundo.  Cada pequeño paso en el desarrollo de nuestros hijos nos da tanta más satisfacción porque hemos luchado tanto para lograrlos.  Hay tantos otros momentos – la gente que pasa sonriente porque Andrew sonreía o porque les saludaba; la gente que comenta qué ojos azules más bonitos tiene; ver el gozo que tiene Andrew al nadar, o cuando su abuelo le da una chocolatina, o cuando sacamos lonchas de queso del frigorífico para él.  Las cosas más pequeñas son para él una gozada y se contagia.

Cada día está lleno de pruebas y desafíos, esto es cierto.  Sin embargo, si miramos las cosas desde otra perspectiva (aunque en medio del desafío a veces esto es bastante difícil), hay muchos recuerdos preciosos para rememorar también.

Andrew ha abierto otro nuevo mundo entero.  Él es la razón por la cual estoy aquí hoy.  He tenido el placer de conocer tantas personas maravillosas que nunca hubiera conocido si no fuera por Andrew.  Entre otras, ha sido una oportunidad y un honor conocer a Audrey Angelman, ella fue una persona muy especial.

Es difícil criar a un hijo con el Síndrome de Angelman, pero esto lleva consigo un sin fin de oportunidades, experiencias y gozo que muchas personas no tienen.  Puede ser que la disparidad entre los altos y bajos emocionales que experimentamos como padres de hijos con el Síndrome de Angelman, sean mayores de los que experimentan otros, pero en cada caso tenemos que reaccionar de la manera más positiva posible.  Los desafíos y pruebas diarios pueden llevarnos a una satisfacción y a una celebración gozosa, mientras tenemos la oportunidad de llegar a ser personas más altruistas y compasivas.  El cuidado y ayuda que damos para que crezcan y se desarrollen nuestros hijos Angelman puede conducirnos a hacer lo mismo para nosotros mismos y para nuestras familias de una manera especial.  Pero es un regalo aun mayor la oportunidad de cuidar y ayudar a otros niños, padres y familias en situaciones similares.

Creo que todos tenemos la responsabilidad de compartir lo que podamos con otros en relación con el Sínrome de Angelman.  Hay muchas maneras que podemos hacer esto; podríamos escribir un artículo y compartir nuestras propias experiencias con el Síndrome de Angelman; podríamos contactar a los medios de comunicación para concienciar al público con un artículo sobre nuestro hijo; podríamos juntarnos con un grupo de apoyo; podríamos ayudar a otras familias a aceptar un diagnóstico reciente del Síndrome de Angelman; podríamos involucrar a nuestros hijos en estudios pediátricos para médicos nuevos; podríamos hablar en una facultad de medicina para dar a los estudiantes una perspectiva de padres sobre el vivir con un hijo con una discapacidad; podríamos recaudar fondos para investigación; podríamos informar a nuestros amigos sobre el Síndrome de Angelman y otras discapacidades en general, la lista no tiene fin.  Hay maneras en que todos nosotros podemos participar más activamente y más positivamente.

Tuve el privilegio de participar en la formación de nuestra Asociación en Australia.  Tres parejas de padres y dos médicos tenían la visión de formar un grupo de apoyo con el fin de ofrecer apoyo a otros, de proporcionar información del Síndrome de Angelman a familias nuevas y al sector de sanidad, de promocionar la investigación y de llevar un papel de defensa de familias afectadas.  En la primera reunión, asistieron 14 familias y en la primera conferencia fuimos más de 100 personas.  Desde los comienzos humildes de hace siete años, hemos crecido como un grupo nacional con miembros en cada rincón de Australia.  Ahora convocamos una conferencia nacional cada dos años, proporcionando cuidado a los hijos de las familias que pueden asistir.  Estas conferencias son siempre un éxito; las familias que asisten lo consiguen, comparten sus experiencias y dan de si mismos.  No hay receta secreta para formar y dirigir a una asociación; sólo hace falta el trabajo duro, la persistencia, un grupo de gente dispuesta a trabajar duramente y de trabajar juntos, la buena voluntad, la aceptación de otros y la comprensión de que todos hacemos fallos en nuestro papeles.  Pero si no tenemos una estructura que proporcione una organización o una asociación, y el apoyo que proporcionan sus miembros y administrativos, las buenas obras que de otro modo se hubieran hecho no sirven.  Hace falta una organización, que sobrevivirá con el trabajo de unas pocas personas motivadas.

Como Presidente, ahora paso mucho tiempo contestando cartas y hablando con madres nuevas al teléfono.  También doy discursos a varios grupos, a estudiantes de medicina y clubes de servicio.  Generalmente, educo a otros sobre el Síndrome de Angelman, y ayudo a organizar nuestros seminarios y conferencias.  Me encanta todo esto aunque muchas veces es agobiante.  Muchas veces me pregunto por qué me dedico tanto tiempo a esto, es agotador.  Pienso que lo hago porque creo que si se nos presenta la oportunidad de ayudar a otros y si tenemos la posibilidad de hacerlo, que casi tenemos la obligación de hacerlo.

Ahora bien, he estado relatando una imagen bastante positiva de la vida con un niño Angelman.  Como han podido ver en las diapositivas, Andrew normalmente es un niño muy feliz.  Sin embargo, no quiero dejar la impresión de que la vida con un niño Angelman es fácil, es una lucha diaria.  Aunque Andrew duerme bastante bien por la noche ahora, cada día requiere una supervisón constante.  Hay que ser creativo, pensando en actividades variadas para distraerle; hay que trabajar en el desarrollo de habilidades para el funcionamiento cotidiano, como comer, ir al aseo;  no se acaba nunca.  Frecuentemente no hay un respiro, y hay momentos que yo lo necesito, que nosotros necesitamos un escape.  Gracias al cielo por la ayuda del respiro.  El respiro es el tiempo que necesitamos para recargar nuestras pilas, para descansar y relajarnos que a veces es difícil de obtener, y para pasar tiempo de calidad con los otros hijos.

La historia de Andrew no es única.  En muchas maneras estamos todos en una posición similar.  Las historias de las vidas de nuestros hijos tienen muchas similitudes.  Lo que nos une es el apoyo que nos damos los unos a los otros, a un nivel local, nacional y ahora en el escenario internacional.

 

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Última modificación: 25 de mayo de 2007